La trayectoria de Nery Ramos, desde sus inicios como oficial de la Policía Nacional Civil (PNC) hasta su posición actual como presidente del Congreso de Guatemala, está marcada por una constante: el cuestionamiento ético y la controversia. Aunque su ascenso puede ser visto como un logro personal, su legado está empañado por decisiones polémicas, acusaciones de negligencia y un liderazgo que parece priorizar intereses particulares por encima del bienestar público.
Un inicio controvertido en la PNC
Durante su gestión como director general de la PNC (2015-2018), Ramos se enfrentó a una serie de desafíos relacionados con la seguridad pública. Sin embargo, su mandato quedó marcado por uno de los episodios más trágicos en la historia reciente de Guatemala: la tragedia del Hogar Seguro Virgen de la Asunción en 2017, donde 41 niñas murieron en un incendio. La PNC, bajo su liderazgo, fue señalada por su inacción y falta de respuesta adecuada ante los hechos, lo que llevó a acusaciones de negligencia y abuso de poder.
Más allá de este evento, su gestión estuvo caracterizada por denuncias de abusos policiales, corrupción interna y la falta de avances significativos en la reforma de la institución. Si bien Ramos defendió su actuación como estrictamente apegada al cumplimiento del deber, las víctimas y organizaciones de derechos humanos cuentan otra historia: una de represión, violación de derechos y poca transparencia.
Del uniforme al traje político
Tras su salida de la PNC, Ramos incursionó en la política, logrando convertirse en diputado y posteriormente en presidente del Congreso. Este salto de un rol operativo en seguridad a la arena legislativa levantó muchas cejas. Aunque su experiencia en el ámbito policial podría haber sido una ventaja para legislar en temas de seguridad, su enfoque en el Congreso ha sido igualmente polémico.
Su impulso de la nueva Ley de la Policía Nacional Civil es un ejemplo claro de esto. Esta normativa, aprobada con su respaldo, incluye disposiciones alarmantes, como la presunción de inocencia casi automática para agentes que usen la fuerza letal en el ejercicio de sus funciones. Este artículo, aplaudido por algunos sectores como una medida para fortalecer la autoridad policial, ha sido duramente criticado por defensores de derechos humanos, quienes temen que abra la puerta a abusos de poder y represión sin consecuencias.
La falta de transparencia y el poder centralizado
En su rol como presidente del Congreso, Ramos ha demostrado una tendencia preocupante hacia la centralización del poder. Su liderazgo ha sido criticado por imponer una agenda legislativa sin consultas amplias ni espacios de debate. Muchos ven esto como una estrategia para avanzar iniciativas que beneficien a sectores específicos, incluidos aquellos vinculados a intereses policiales y de seguridad.
Además, la opacidad en su gestión ha generado desconfianza. Desde su falta de disposición para explicar el financiamiento de sus campañas políticas hasta los cuestionamientos sobre su cercanía con ciertos grupos de poder, Ramos ha alimentado una narrativa en la que la falta de transparencia y los posibles conflictos de interés son protagonistas.
Un liderazgo que divide
Lejos de unir al Congreso para trabajar por el bien común, el liderazgo de Ramos ha contribuido a la polarización política. Sus posturas autoritarias y su aparente desprecio por el consenso han debilitado aún más la ya frágil confianza pública en el Legislativo. Ramos parece más interesado en consolidar su poder y fortalecer las instituciones de seguridad que en promover leyes que beneficien a la mayoría de los guatemaltecos.
Conclusión
Nery Ramos es un reflejo de las contradicciones de la política guatemalteca: un hombre que asciende a posiciones de poder prometiendo cambios, pero cuyo historial está plagado de controversias y decisiones cuestionables. Desde su gestión en la PNC hasta su presidencia en el Congreso, Ramos ha demostrado una incapacidad para actuar con la transparencia, ética y visión que el país necesita desesperadamente.
Guatemala no necesita más líderes que perpetúen un sistema roto. Necesita figuras que comprendan que el verdadero liderazgo radica en servir a la ciudadanía, no en explotarla. La trayectoria de Ramos debe ser un recordatorio de la importancia de exigir cuentas y actuar con integridad, especialmente en un país que anhela desesperadamente justicia y cambio.
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